Desde niño, el crepitar de las ondas y la magia de las voces que viajaban por el aire lo habían cautivado. Ahora, a sus sesenta y tantos años, buscaba perfeccionar lo que consideraba el Santo Grial de la experiencia sonora hogareña: una conexión estéreo FM impecable. No más ruidos, no más interferencias, solo el sonido puro y envolvente que la música merecía.